Entre el estruendo del ayer y el silencio del ahora, camino dando vueltas en mi casa mientras escucho caer la lluvia; las pocas horas que marca el reloj, descenso de mis fuerzas, extravío de verdades.
Olvidé sentir sinceridad, olvidé vivir con mi moral, y recordando he quedado paralitico de sentimientos; un susurro de ruiseñor intenta avivar mi pecho, hacer nido en mi corazón pero el árbol esta más que hueco, sin raíces, sin perdón.
Era bueno cuando reía de celos, era bueno y lloraba de espanto al no reconocerme, ahora veo a mis dedos traslucidos, largos y retorcidos, sin más ansias de escribir verdades, me siento en la acera de mi casa esperando por más lluvia y los truenos anuncian su llegada, cuando cae, mi cabello chorrea como chocolate, mas no logro sentir las gotas golpearme, y el frío que siento en mi cuerpo es el mismo que me rodea cuando estoy en mi cama.
Soñé que moría y que intentaban quemar mi cuerpo, que por más ardiente que estuviera el fuego mi cuerpo no se quemaba, soñé que revivía y que las llamas se apagaban.
Frío, no solo un estado de temperatura, sino un estado del corazón cuando el alma ha escapado de su infierno personal, el cuerpo, sumergido en mis pensamientos oxidé toda esperanza, diluí cada trozo de fe que mi alma abrigaba, se escabulló entre poros.
Infierno, cada sentimiento ajeno a la fuente universal, que consume mi cuerpo, lo enferma y encadena.
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